La Concubina Del Conde Freddy
Os dejo marcado, sellado y os contemplo, dentro de
poco darán las doce, en el reloj y suspiro, recordando a mí maestro.
Yo en mi lecho dormida, ahora, ya hace cien años.
Justo hoy, conocí a mi maestro. Él Conde Freddy de París de Barcelona, yo había sido recién reclutada,
por los hermanos del place, cuando antes de dejarme, sin ninguna gota de sangre, me vino una bocanada de aire mordaz de sed, que según dicen, solo les viene a las que van a ser, princesas amatorias, del príncipe, de
las tinieblas.
En seguida llamaron a mi benefactor.
Él Conde, al verle caí en un desmayo profundo, que solo fue despierto, al sentir el agua profundizar, por cierta zona liberada de mí cuerpo.
Dos bellas manos de lado a lado juguetonas, bañaban mí cuerpo, para él Conde.
En aquel momento supe, que estaba medio muerta, en fase de transformarme.
Me vistieron con sedas, a juego con las suaves sábanas y me recostaron, con mi largo cabello para atrás y en una sin visión, apareció él.
Mi amado Freddy y en sus ojos, había una mirada penetrante.
Aquellas damas, ahora, se arrodillaban ante él y me obligaban a mí hacerlo también.
Él me observo de arriba a abajo, estudiando mí persona, me parecíeron horas eternas.
Mi prenda marcada, por su atrevida mirada, sus risas cómplices resonaron en la Catedral, las campanas retumbaban, en mis oídos.
Aquel día, creo recordar que fue, un veinte de mayo, ahora hace,
ciento nueve años, cuando mis colmillos blancos asomaron, por entre mis dientes y quise estar muerta.
La respiración, se me aceleraba a un ritmo vertiginoso y mis sentidos olfativos, eran ahora explosivos.
Podía sentir y percibir todos los sonidos, desde muy lejos, y los olores eran catastróficos.
Cuando se acercó a mí y me toco suavemente, los hombros, vi de cerca
sus ojos y su bello esplendor.
Mágico y plasmático, que me hipnotizaron a pecar, con sus concubinas, mientras él miraba la escena, con sed lasciva tocándose los colmillos, con deleite y descaro.
Ven me dijo, ven, una y otra vez, sonó su voz deliciosa, penetrándose en mi oído y en mi cuerpo. le acompañé, sumisa y sin mediar palabra.
Y allí me penetro rasgándome mi diminuta prenda, suavemente y a cada embestida, me parecía que más énfasis ponía, en doblegarme y en darme placer. Placer desconocido
hasta ahora por mí.
Tenéis bastante mi dama bella, y yo las concubinas,
contestábamos a la vez, no.
Y así fue como me convertí en la morgue, en lo que ahora soy, una concubina más, a las órdenes de mí señor. Él Conde Freddy, una princesa más, de su
colección, a su antojo y a su placer, y el placer mmm.
El placer, es mi sed.
Autora:Jade. Bueno
Fotografías y textos de Jade.Bueno TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
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Gracias por tus comentarios un abrazo muy grande Jade Bueno Morales