Rey de pacotilla
Se atrevió a calentar la silla aquel rey de fábula y pacotilla, que se atrevió a creerse, dueño de mi imperio.
Me atreví a soñar con una mano vieja y arrugada posada en la mía y ese fue mi peor error.
Ahora navego sola y, con la bruma de los días, saco mi lado más fuerte, mi, reina interior.
Despierto plácida y serena, aunque los días sean penumbras del futuro, aunque no sepa qué acontecimientos ocurrirán.
Voy a verla a mí, madre, todos los días, y me consuela su abrazo y su sonrisa, me pregunto qué será de mí sin su presencia. Siempre me dice que sea fuerte, que saque carácter y no sea tan débil.
¿Qué sombras emergerán cuando tú no estés?, podré levantarme y resolver el enigma de la vida o, por el contrario, me abrumará tu partida. Eres tan importante como el aire que respiro, tu consuelo, me hace mucha falta.
Siento la brisa del mar en mis huesos y las lágrimas brotan de mis ojos cerrados, por el sol. Devorando los silencios estoy, esperando un mañana, que no llega. Una cárcel bañada en oro me espera; moriré en ella. Sueño con un incendio imposible de apagar las llamas, se lo comen todo a su paso, intento apagarlo, pero mis manos se queman, en el intento. ¿Estaré quemada de tanto hastío e hipocresía? O, por el contrario, me arden las ideas, en mi puta cabeza. Arden los muebles macizos y el reloj, que nunca estuvo, está marcando las cinco menos diez.
¿Por qué no sueño con algo bonito? Un campo de olorosa lavanda, por ejemplo, o un sentido paso, en un abrazo. Todo es profundo y oscuro.
Me hicieron la cucharita, en el sueño y la rechacé; sin embargo, hablé con mi personaje, le dije cuántas son mis dolencias. Una muchacha sola en una gran ciudad, es arropada por mujeres vestidas de blanco.
Quiero despertar, pero estoy atrapada en esta pesadilla dantesca. Los recuerdos están tan claros, en la retina. Despierta que todo está, en tu jodida cabeza, todo el dolor pasará. Nada tiene sentido, ni siquiera la vieja argentina que me paro en el túnel y pronunció tu nombre. Eres la mujer de o no, eras perdón y así se marcha andando. Todos en la escalera ya lo saben, aunque yo no haya dicho nada, vieron cómo metías tus cuatro cosas en el maletero, aquel rey de fábula y pacotilla, que se creyó el rey de mi imperio.
Jade Bueno Morales
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Gracias por tus comentarios un abrazo muy grande Jade Bueno Morales