La tormenta hizo que mis ojos no pudieran ver detrás de la cortina de lluvia.
Movía el carro a toda prisa, se me estaba mojando el pan, pare y lo tapé bien.
Los colores emergían en esta época del año y las hojas eran arrastradas por los charcos. Millones de gotas de agua cayendo al redoble de los truenos. Nubes negras en el horizonte, hicieron que se me escapase una lágrima, de pronto un mensaje hizo que me riera a carcajadas. No te acordabas ni de mi nombre. Aquello me pareció dantesco, rompí a llorar y reí de rabia interna, al darme cuenta de lo poco que me quisiste.
Querido Dios, ¡qué mal hice yo para que no me quisieran, que siempre me entregue de cuerpo y alma!
Quizás que no debería amar de tal forma, entregarme menos y pensar en mí eso, señor, si es gratificante, aunque no tenga amor, tengo amor propio.
En algunos amores dejé huella y nostalgia, pero siempre fue un fracaso tras otro y ahora en este último he podido quererme a mí misma. Él me lo enseñó a fuerza de desprecios, a fuerza de golpes sicológicos.
Cuán duro es aprender, así que tú eres bella, que no hay nada malo en ti y que todo es producto del narcisismo y el machismo, nunca es tarde, para tal lección.
La lluvia comienza a disiparse, los pétalos de las flores yacen muertos en el balcón, mañana florecerán más y mejor.
El ruido de la puerta al crujir me devuelve al presente: abrazo a mi madre, amor de madre, ese sí es auténtico y verdadero.
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Gracias por tus comentarios un abrazo muy grande Jade Bueno Morales